SIN CAUSA

Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.  Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.” (Juan 15:18-25)

Esta parte del discurso de Jesús tiene lugar pocas horas antes de ser apresado y llevado a la cruz; por lo tanto, son palabras que conllevan una tremenda carga del mismo alma del Señor Jesús.

Al igual que tantos otros actos de la vida de Jesús de Nazaret, este también es uno de aquellos que la Biblia define que fueron “para que se cumpliese la Escritura” (v. 25); en esta ocasión se nos traslada al Salmo 35:19 (“No se alegren de mí los que sin causa son mis enemigos, ni los que me aborrecen sin causa guiñen el ojo”) y al Salmo 69:4 (“Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa; se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué. ¿Y he de pagar lo que no robé?”); en ambos salmos el ambiente es de extrema dificultad y tristeza; esto entronca fácilmente con las palabras pronunciadas por Jesús en Getsemaní al pronunciar aquella sentencia que nos habla tanto de la intimidad del corazón del Maestro: “Mi alma está muy triste”. Evidentemente, ante la proximidad inmediata de la muerte nadie puede estar feliz; la muerte incluso era dolorosa para el mismo Hijo de Dios.

Jesús previene a sus discípulos de algo que sería clave después: el aborrecimiento de la sociedad. Esto es importante tenerlo en cuenta ya que una de las cosas que involucra la conversión al que acepta a Jesús como Salvador personal es esto: el desprecio de los que no entienden el cambio. Ahora bien, y sin querer olvidar lo que acabamos de decir: ¿por qué aborrece el mundo a Jesucristo?, ¿por qué teniendo Jesús el mensaje auténtico de salvación, y siendo Él la misma esencia de la salvación, la sociedad no solo no toma en cuenta sino que aborrece al Maestro de Galilea?. Hay varias razones que trataremos de considerar brevemente:

En primer término el mundo, los hombres, la persona como individuo, rechaza a Jesucristo porque “no conocen al que envió al Señor” (v. 21). La Biblia afirma, y entendemos que tiene razón que “a Dios nadie le vio jamás” (1ª

La respuesta de esta pregunta nos lleva a la segunda consideración de la pregunta que nos hacíamos al comienzo: ¿por qué aborrece el mundo a Dios?. Jesucristo mismo lo dice: por su pecado (versículo 22). El hombre es incapaz de reconocer que ha pecado; todo el mundo trata de echar las culpas a otros; muchos creen que no pecar es comportarse socialmente bien, no robar, no asesinar, respetar a los demás conciudadanos, ser honrado ante los demás y todo esto está bien, pero la Biblia dice, así creemos y eso predicamos que rechazar al Hijo de Dios es pecado. Conozco a muchas personas que se ofenderían ahora si les dijésemos que son pecadores; un personaje insigne de las Escrituras reconocía que era un pecador empedernido, a pesar de su buena religiosidad: San Pablo. La Biblia, contrariamente a lo que muchos creen, no habla de gente buena, habla de pecadores que llegaron al conocimiento de Cristo, pero sobre todo habla de la salvación. Jesucristo no vino a la tierra a otra cosa sino a “buscar y salvar lo que se había perdido” según Él mismo manifestó y reconoció según el relato de San Lucas 19:10. Ahora bien, ¿por qué el hombre no quiere reconocer su pecado? Pues básicamente por una cuestión de orgullo; eso significa reconocer su total inutilidad para salvarse por sí mismo, y esto, ciertamente, es doloroso. El hombre, por naturaleza, aborrece la persona y obra de Cristo. Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua aborrecer significa detestar, tener aversión u odio a alguna persona o cosa. El hombre, dicho en otras palabras, detesta con su corazón a la persona de Cristo, a la Obra hecha en la Cruz y, en consecuencia, detesta al mismo Dios. En definitiva, el ser humano rechaza a Dios porque pecó en el Edén y su naturaleza está corrompida.

Otra razón por la que el ser humano rechaza a Dios es porque no quiere obedecer a la voz de Dios. A todos nos cuesta, e incluso a veces duele, obedecer.  En boca del mismo Jesús de Nazaret se oye decir: “si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (versículo 20). Lógicamente nosotros no podemos pretender que los demás no nos aborrezcan o hagan caso a nuestra llamada al arrepentimiento, porque también aquella sociedad hizo caso omiso al llamamiento efectuado por el mismo Jesús. Paradójicamente, el hombre prefiere hacer sacrificios personales inmensos (algunos de los cuales ciertamente desde el punto de vista humano son admirables) antes que obedecer al mismo Dios. Aborrecer y obedecer son dos palabras totalmente opuestas. Y esta, queridos amigos, es las disyuntiva que existe: o aborreces a Dios o le obedeces. No es el momento, pero la Escritura recoge en numerosísimos sitios siempre dos opciones: o estamos en Cristo o estamos fuera de Él, obedecemos o aborrecemos a Jesús, trabajamos o estamos quietos; por así decir, la Biblia no recoge el color gris.

Luego de haber visto tres razones por las cuales el hombre aborrece a Dios podemos hacernos nuevamente otra pregunta: este aborrecimiento es ¿por ignorancia o por conocimiento?. Aunque parezca mentira la Biblia nos asegura que todos los seres humanos tienen oportunidad de conocer a Dios; los medios son, no solamente diversos, sino que probablemente infinitos. De todos los que conocemos al Señor Jesús que estamos presentes en esta sala, estoy seguro que no coincidiríamos dos en cómo conocimos al Jesucristo como Salvador personal, pero si que todos coincidimos en lo realmente importante: ¡le conocimos!. Ante nuestra pregunta es conveniente que sea el mismo Señor Jesús quien nos la responda: “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. … pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre” (versículos 22 y 24). Es decir, el hombre que rechaza a Dios lo hace completamente consciente; he encontrado personas que no quisieron conocer personalmente al Señor porque entendían el compromiso que iban a adquirir, y del cual hablaremos luego. Siempre recuerdo con tristeza a alguien que dijo no querer ir más a la iglesia porque sino se iba a arrepentir de sus pecados: ¡lamentable decisión! Repito, la humanidad no puede decir que desconoce la Obra Redentora de Cristo.

Pero el hecho de aborrecer a Jesucristo es una acción de responsabilidad. No encontramos dos cosas a lo largo de la Biblia: primero) que nos hable de religión (probablemente alguno se sorprenderá) y, segundo) que el hombre no sea responsable; como digo, en ninguna línea de las páginas de la Biblia encontramos que el hombre sea un ser autómata, es decir, sin capacidad de decisión. Esto es serio, nadie podrá decir nunca que no fue salvo aunque quiso serlo. Más bien todo lo contrario: todos los que estén en el infierno  estarán porque voluntariamente rechazaron al Hijo de Dios, es decir y usando las palabras de nuestro texto de

Ahora bien, lo que la Biblia define por “guardar su palabra” tiene serias repercusiones. La salvación, tal como la Escritura enseña, no tiene truco, es decir, tiene implicaciones que no podemos dejar de considerar; de lo contrario estaríamos en este momento hablando de una salvación sin Cristo, y eso bíblicamente es imposible. ¿Cuáles son, pues, esas implicaciones o repercusiones de que la Biblia nos habla?:

Seguir a Jesucristo conlleva el hecho de ser aborrecidos de los demás, ¿por qué? Porque Cristo vive en el corazón de aquel que le acepta. San Pablo diría algo que es realmente cierto: el mensaje de la cruz para unos es locura, a los que se pierden,  y para nosotros, los que creemos, es poder de Dios (1ª Corintios 1:18). Quizá ahí esté la clave de por qué aborrece el ser humano a Jesucristo y a los creyentes no nos toman en serio: porque piensan que estamos locos, piensan que no somos cuerdos. Como digo, aceptar a Jesucristo conlleva que tus amigos (muchas veces), tus familiares (aunque parezca mentira), tu entorno te rechazará porque crees en lo que crees. Repito, te rechazará; esto es tremendamente importante tenerlo en cuenta. Conozco algunas personas que me niegan el saludo por creer en el Señor. No es simplemente que los demás te tengan por loco y entonces tengan compasión de ti; eso no es. Es que te rechazan.  

Otra de las consecuencias que conlleva el aceptar a Jesucristo como Salvador personal es ser perseguido de los demás (versículo 20). El verbo perseguir significa, entre otras acepciones, molestar, fatigar, dar que sufrir a uno. Momentos más tarde, y también antes de ir la Cruz, el mismo Señor Jesucristo volvió a advertir a aquellos que queremos aceptarle, de esta situación: “en el mundo tendréis aflicción”. La vida cristiana es un auténtico gozo, pero también vive en medio de tremendas presiones. En la vida cristiana ciertamente a veces hay lágrimas, pero sobre todo hay tranquilidad. En el mismo momento en que el Señor Jesús nos advirtió que íbamos a tener aflicción dijo algo que es igualmente imprescindible tener en cuenta: “confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Merece la pena, ciertamente, depositar la confianza en quien nos habla sin ocultar nada en absoluto de lo que involucra aceptarle a Él como Salvador.

Ahora bien, no quiero concluir esta meditación sin considerar algo más que dijo el mismo Señor Jesús: “sin causa me aborrecieron” (versículo 25). No hacemos nada incorrecto si trasladamos este verbo al presente de indicativo: “sin causa me aborrecen”.No pensemos que fue la sociedad de su tiempo la que aborreció al Señor, solamente. También hoy día sucede lo mismo. Cualquier persona que rechaza aceptar el mensaje de salvación de Jesucristo, está, sencillamente, aborreciéndole, es decir, negando la validez de la expiación hecha por Jesús. Entiendo que este es momento para preguntarnos cada uno a sí mismo si estamos aborreciendo a Jesús. Quizá creas que con asistir a unas reuniones, con decir que es interesante y bueno el mensaje de Jesucristo, es suficiente. La Biblia sentencia, y nosotros creemos, que el que rechaza el mensaje de Jesucristo le está aborreciendo. Y fijémonos cómo es ese aborrecimiento: “sin causa”.  Esto es lo tremendamente paradójico de todo lo que en esta tarde hemos hablado. El ser humano pone una serie de excusas, algunas de las cuales hemos visto al comienzo, pero en el fondo no hay razón de peso, es “sin motivo”. No sé, querido amigo, qué clase de razones pones para no aceptar a Jesucristo, pero dice la Biblia y yo proclamo con todo respeto pero tal como lo dice la Biblia,que todas son “sin razón”. Esta tarde hemos hablado algo de lo que involucra ese aceptar a Jesucristo; pero también quiero reiterar esto: todas tus razones carecen de fundamento.Todos los que un día rechazábamos a Jesucristo vivíamos en esa situación: no éramos, por lo tanto, mejores que tu: simplemente estabamos cegados por Satanás. Frente a la sin razón de rechazarle está el motivo por el cual Cristo murió en la Cruz del Calvario: tu vida. Podemos decir que sin causa se rechaza a quien hizo de nosotros la causa para venir a la tierra. Esto es inmensamente serio; antes del comienzo de los tiempos Dios pensó en cada uno de nosotros, es decir, hizo de nosotros el motivo para enviar a su Hijo Jesucristo a morir en la tierra porque es indudable que “todos pecamos y estamos destituidos de la gloria de Dios”. El fin primero y último de la Biblia es mostrarnos a Dios encarnado en la persona de su Hijo Jesucristo muriendo por nuestros pecados; tal como dice en un pasaje “murió el justo por los injustos para llevarnos a Dios”. Aunque te parezca mentira, tú eres motivo más que suficiente para que Cristo viniese a morir en la Cruz del Calvario.

Mi conclusión, lejos de razonamientos más o menos convincentes, es esta: todos los seres humanos tenemos que tomar una decisión con respecto a Jesucristo y solamente puede ser en dos vertientes: aceptarle o rechazarle. En esta tarde todavía, por así decir, Jesucristo sigue diciendo de muchos: “sin motivo me aborrece”. Hoy todavía está a tiempo aquel que no le conoce de dejar sus “razones” y apropiarse de la obra redentora de Cristo en la Cruz. Muchos que hoy día todavía pretenden aducir serias razones, un día se verán en el infierno; lamentablemente será demasiado tarde para rectificar. Dice la Biblia que busque el hombre a Dios mientras pueda ser hallado; que le llame en tanto que Dios está (como hoy) cercano; porque los pensamientos del hombre no son, ni mucho menos, los pensamientos de Dios. Querido amigo, solamente por la gracia de Dios puedes hoy cambiar de pensamiento; si Él te brinda esa oportunidad, por favor, no la rechaces. Cierto hombre confesó un día: “Por poco soy cristiano”. En el infierno habrá muchos que “por poco” aborrecieron la Obra de Cristo. Ante la persona y Obra de Cristo es imposible permanecer impasible, hay que tomar una decisión, aceptarle o rechazarle, creer en Él o aborrecerle. Mi pregunta es: ¿cuál es tu decisión?

Jonathan Bernad
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